jueves, 28 de julio de 2011

Un par de ideas con respecto a la celebración de los 40 años del New York Aikikai.

Texto escrito por el Sensei Yesid Sierra con motivo de su experiencia en la celebración del 40º aniversario del New York Aikikai. (2004).
Sensei Yesid Sierra, Sensei Luis Fernando Aldana en compañía de Doshu Moriteru Ueshiba.


¿Cómo iniciar un comentario sobre el Summer Camp de los 40 años del New York aikikai? Podría decir que fue un acontecimiento maravilloso con todos los sensei que estaban presentes y que en sí mismos representan la máxima expresión del Aikido contemporáneo. Podría escribir sobre las extraordinarias experiencias de conocer personas de todo el planeta que sin necesidad de cruzar una palabra y gracias al toque sutil y al contacto profundo que nos brinda una técnica de Aikido se pueden acercar íntimamente sin casi mediar palabra. Podría hablar sobre los social night de la reunión –como le llamaron a las fiestas en el programa oficial-. Y ustedes agreguen otro de los temas sobre los que podría hablar. Pero más que lo anterior, básicamente voy a escribir un par de reflexiones que se me vienen a la cabeza con referencia al evento y relacionadas con mi práctica del Aikido.
Les debo advertir que se pueden llevar una decepción al terminar de leer esto pues poco voy a hablar del evento.

El sensei y un socio

Me reuní de nuevo con dos de mis referentes en el origen de la práctica, mi sensei Luis Fernando Aldana y uno de mis socios de entrenamiento en los tiempos en que a ambos nos costaba trabajo tomar un buen ukemi, ese socio se llama Alberto Botero“Beto”. Beto y yo comenzamos a entrenar casi al mismo tiempo y el sensei Aldana nos entregó el cinturón negro en momentos
diferentes pero con una justeza que a los dos, estoy seguro, nos mantendrá entrenando hasta que esta vida nos lo permita; el amor por el Aikido no está en duda.


Entrenábamos bajo la guía de una misma persona, en el mismo tatami, a las mismas horas, los mismos movimientos y si ahora nos ven somos dos modos diferentes de concebir el Aikido. No soy quien para decirlo pero basta observar “Beto”, nuestra práctica para tener una fuerte duda acerca de que nuestro sensei fue el mismo.
Sensei “Beto” Botero, el Sensei Aldana y Sensei Yesid, durante un momento de descanso en la celebración.

Y es que el Aikido es así; permite la libertad de poder manejar tu cuerpo como mejor te plazca. Los movimientos iniciales o básicos que aprendes son como los trazos necesarios que un artista debe conocer y manejar para luego plasmar su propio sentimiento en una obra. Los pintores aprenden líneas y colores; los compositores, notas y secuencias; los escritores, algo de ortografía y mucho de estilo; los aikidokas tai sabakis* y suburis**. El asunto del arte es que inherentemente es inagotable y puede tomarte toda la vida dominar los movimientos básicos, sin embargo como dicen por ahí, no importa a donde se llegue sino como se construye el camino y bueno, en esas andamos Beto y yo.

Esto resalta el trabajo de nuestro sensei, han pasado muchas generaciones de aikidokas y de yudanshas*** por sus manos, sin embargo muy pocos se han retirado de la práctica, la responsabilidad que nos ha inculcado de modos diferentes ha surtido efectos, muchos de nosotros enseñamos el arte en otros países y también muchos hemos encontrado un camino de desarrollo profesional fructífero y acompasado con nuestro entrenamiento. El sensei Aldana es un hombre pragmático que parece un trozo de piedra…..pero no te imaginas el corazón tan frágil y sincero que puedes descubrir si pasas un tiempo largo con él y lo aprendes a conocer, quienes hemos tenido la oportunidad de compartir periodos extensos a su lado lo sabemos.
* Movimiento corporal. Básicamente se refleja en la posición de los pies, pero como todo movimiento de Aikido debe nacer en el centro del cuerpo o tandem ubicado unos centímetros bajo el ombligo.
**Cortes básicos realizados con Katana, Bokken (katana de madera) y Jo (bastón corto de madera); también se pueden ejecutar con mano vacía pero su origen es el mismo.
***Practicantes de Aikido con grado de cinturón negro.

Ansiedad o miedo

Cuando el Doshu Moriteru Ueshiba entró al tatami y lo tuve a menos de un metro de distancia creí que iba a sentir los mismos nervios de la primera vez que me tomó el sensei Aldana como uke o de la primera vez que uno de los sensei visitantes que han impartido seminarios en Colombia lo hizo o de aquel momento que el sensei Yamada en su New York Aikikai me tomó para mostrar una técnica. No fue así, en realidad la única ansiedad que sentí en todo el seminario fue en los momentos que pensaba en la deuda contraída para asistir al evento. Cómo cuenta el dinero.

En realidad los nervios van desapareciendo con el tiempo. ¿Será por experiencia? Es posible que eso sea, sin embargo hay algo más. Vi pasar uno a uno, comenzó Yamada, luego vino Tamura, apareció Osawa, entró Shibata, Kurita, Okuyama cerró la ronda de Shihanes japoneses y Donovan Waite, Harvey Konisberg, Peter Bernath, Jane Oseki, Claude Berthieaum y David Halprin completaron la cuota de shidoines occidentales. Un reparto de lujo para un seminario de primera. Con varios de ellos entrené y en este evento se confundían con el mar de personas que tomaban ukemi y se chocaban entre
sí suavemente al intentar completar la técnica en un espacio reducido. ¿Cómo no sentir un poco de nervios frente a la elite del Aikido en el mundo?

No obstante, y como había advertido no aparecieron los nervios y creo que lo que hace que esta sensación se desvanezca es el darse cuenta de que el Aikido, aunque es una actividad exigente físicamente y en la que existe un contacto corporal evidente, es más una disciplina interna en donde te enfrentas a tus temores, ansiedades, virtudes y defectos. Como diría Saotome, “en medio de un tatami, bañado en sudor, vulnerable a tu socio, cansado, no puedes disimular lo que eres, tu persona”. Parece que en el Aikido todo el tiempo luchas por hacer el movimiento correcto, poner el pie acá y la mano allí, los grados de apertura de tu kamae y la distancia frente a tu compañero no te dejan pensar en nada, todo es lo más importante…sin embargo, llega un momento en el que dejas de pensar en todas esas cosas y permites que tu cuerpo se mueva con su inherente inteligencia la cual asiente que las células se reproduzcan, que las uñas y el pelo crezcan y que las neuronas se conecten de tal forma que la idea de un ordenador como el que tengo al frente se convierta en algo papable…magia, tu cuerpo comienza a hacer lo “correcto” ja, ja, ja…de hecho O sensei nunca habló de técnicas correctas sino de justeza en la ejecución de los movimientos. ¿Cómo pedir a un cuerpo joven lo mismo que a uno no tan joven? ¿Cómo responder de la misma manera al ataque de un gigante que a un ataque de alguien diferente? Eso fue lo que vi en todos los sensei que dieron clase, justeza en la ejecución, con cada uke diferente adaptaron su técnica sin perder de vista lo básico, sus cuerpos se habían convertido en el reflejo de una mente dúctil, flexible, segura y determinada ¿Será poco lo que nos puede aportar el Aikido? Por mi parte los nervios desaparecieron, creo, por qué se me hizo aún más evidente que el trabajo era conmigo mismo, que mi cuerpo era el que debía responder, que viniera una proyección fuerte o una no tanto, siempre debía adaptarme y que mi técnica debía ajustarse a mi socio. Bien lo decía O sensei “Ai te no chikara awasu” “entrenar libremente de acuerdo a la habilidad de nuestra pareja.” Nunca me sentí ansioso frente a un sensei, más que eso, me sentí comprometido a trabajar en mí, en mi cuerpo, en mi mente, es la única manera de responder frente a una técnica ejecutada por uno de estos maestros que entregaron su vida a la práctica del Aikido. Doshu, la herencia justa; Osawa, agilidad; Yamada, una esfera dinámica; Tamura, magia; Kurita, el deshi; Shibata, el futuro; Okuyama, explosión, cada uno exteriorizando lo que descubrieron en un largo trabajo interno.

Finalmente

La primera idea es que el sensei Aldana es un gran maestro, sabe hacer su trabajo y con el paso de los años me doy cuenta de lo importante y valioso que fue estar bajo su dirección durante mis primeros años de práctica en el Aikido.

La segunda reflexión es que el entrenamiento en esta disciplina es un trabajo interno fuerte y a veces desagradecido, sin embargo los favores que nos puede reportar ese compromiso son de un valor incalculable. Un espíritu determinado, una mente dúctil y segura, un cuerpo ágil y un sí mismo satisfecho pero no conforme.

Que buen seminario y la próxima vez traten de estar en el tatami, no esperen a
que se los cuenten.

Yesid Sierra

Nota: Sensei Yesid Sierra inició su estudio de Aikido en 1988 bajo la tutela del Sensei Luis Fernando Aldana, Presidente del Aikikai de Colombia. En 1996 recibió el grado de Shodan de parte del Shihan Yoshimitsu Yamada.  Actualmente es 4° Dan certificado por el Hombu Dojo Japón y es miembro de Aikido Sansuikai International; la cuál es una organización liderada por Yamada Sensei y reconocida por Hombu Dojo.

Actualmente, y desde 2003, es Sensei titular de Aikido México Kihon Dojo

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